domingo, 6 de junio de 2010

PARA DONDE PUEDE/DEBE IR LA COMUNICACIÓN


Este texto mas que una ponencia, es un punteo de abordajes posibles en torno a cuales serían las sensibilidades actuales por donde podrían/deberían ir los estudios de la comunicación, sin ser exhaustivos, se han recogido diferentes inquietudes que giran alrededor de las necesidades educativas de los estudiantes y algunos aportes de cosecha propia. Al escrito se lo ha dividido en partes:


I.- Comunicarse como un acto político.

II.- Interrelación y correspondencia simbólica.

III.- Promiscuidad-interdisciplinareidad

IV.- Bastardía

V.- Conocimiento y rupturas generacionales

VI.- Observar-nos

VII.- Encontrar-se (desde los estudiantes)


I.

La necesidad de comprender la comunicación de manera política y en sentido semiótico, es decir, la palabra funda para interpretar la naturaleza, intelegir lo desconocido y a su vez darse a entender con otros de la misma especie; la palabra crea realidad y dota de sentidos a las tinieblas: nos vuelve animales simbólicos en el sentido de Cassirer.


Pero las palabras han perdido su peso significacional para pasar a ser mera referencialidad, sin relación alguna con lo que se evoca, intercambiabilidad y equivalencia pura: mercancía del signo, nulodimensionalidad de la imagen.


Recuperar la politicidad de la palabra, en tanto ética académica se vuelve necesario para poder otorgar un peso a lo que decimos, una consecuencia entre lo que hablamos y lo que obramos… pueden hacerse muchas y buenas propuestas, pero, estimo que sin este punto de partida básico es poco lo que se puede hacer en tanto formadores.


II.

A manera de colofón y enlazando con lo anterior también nos atrevemos a decir que la ventaja/diferencia de vivir en estas latitudes es que la palabra no se fundó para asesinar la naturaleza (para epistemidizarla) sino para ser correspondiente con ella y entenderla como un sujeto más, recuperar ese sentido crítico del símbolo en tanto sentido político y a su vez mantener esa práctica de respecto/correspondencia para con la naturaleza.


Ese podría ser el carácter que pueden adquirir muchos comunicadores sociales cuando se vinculan con las comunidades (urbanas, rurales) comunicar pero no para dominar/hacer consumir al otro, sino para desenterrar las memorias no oficiales, las prácticas de resistencia que se siguen oponiendo a la descartable no-memoria del consumo. Recuperar la politicidad de la palabra en el sentido de refundar lo social, aprendiendo nosotros a su vez de los movimientos indígenas y populares de todo el continente que más que enseñarles algo debemos escucharles. Como diría Boaventura de Souza: son tan salvajes que son los únicos que han podido convivir con el ecosistema respetándolo.


III.

Lo anterior nos lleva a pensar que él pretender construir modelos puros en estas regiones es sencillamente jocoso, las condiciones tercermundistas han hecho que la misma práctica de supervivencia nos obligue a tomar cosas de aquí y de allá, la realidad nos ha obligado a recoger de todo un poco y a construir novedades donde antes había deshechos. Las ciencias sociales no han sido la excepción, la forma en como se ha venido construyendo conocimiento en este continente ha sido precaria, pero no por eso menos valida, promiscua pero no por eso, menos crítica.


La comunicación no es una ciencia, por suerte, es una disciplina y esta a su vez opera con técnicas. Lastimosamente para muchos este descentramiento de la comunicación no es entendida como una posibilidad sino como un problema, la comunicación es rizomática se vale de todo para seguir proliferando.


La interdisciplinaridad es una necesidad mas que una innovación metodológica en la comunicación y es una constante que se viene dando desde hace rato (el préstamo permanente de metodologías de otras disciplinas) la promiscuidad metodológica ha sido la regla en estos sectores del mundo.


IV.

Por el mismo hecho de ser promiscua ha engendrado una disciplina bastarda, la comunicación mas que ninguna otra lo es, pues habiendo tomado formas metodológicas de muchas partes viene creando en el camino otras nuevas, para nada puras, sino mas bien híbridas, barrocas, cholas; que permiten abordar de una mejor manera los objetos de estudio. Pretender recalcar en la pureza de las disciplinas es ponerle un muro a la generación de pensamiento.


La bastardía de Santiago Páez o lo cyborg de Donna Haraway como crías ilegítimas de la sociedad dominante vuelven obligatorio pensar en caminos que validen estas formas de expresión del pensamiento largamente postergadas y que nos han hecho creer que nos falta identidad (sea lo que sea que esto signifique) apostarle a algo que se le podría llamar teorías epistemicidas cholas, que transtornan y hacen mutar al canon hegemónico.


La identidad de los que dicen que no la tenemos. No es que no la hay sino que se pone en vilo el concepto mismo de ésta, porque no está adecuada al modelo de lo que deberíamos ser pero que además nunca seremos: blancos. Por una parte es preferible decir no tenerla por efecto de negación, o sea es mejor afirmar que no existe o que es escasa, o que no está consolidada para no aceptar la influencia indígena en las prácticas, estéticas y escritos, se narra una nación aparentemente vacía de tradición porque nos aqueja un sentido de culpa al saber que no podemos ser blancos pero tampoco aceptamos ser indios. Es una identidad mestiza pro aristocratizante intelectual que no se encuentra identificada en lo que pasa en la calle.


Interrogarse acerca de esto y trabajar en lo popular, pero no como algo quieto o folklórico sino como aquello que vivimos cotidianamente: todo el tiempo nos encontramos con que la gente no encuentra problemas de investigación, cuando estos mas bien nos rebasan, pero nos empeñamos en buscar en otra parte porque creemos que lo que vivimos no es digno de ser tematizado, cuando mas bien nos contiene.


V.

El problema generacional hace que desde la gnoseología del conocimiento muchos pensadores de la comunicación (y de cualquier otra cosa) sencillamente -una buena parte- descalifiquen todo lo que viene ocurriendo con la tecnología y que se desestimen todas esas prácticas en las cuales están inmersas una gran porción de la población menor de 30 años, aduciendo que se rompe el vínculo persona-persona, que se pierde el contacto, que ya no es lo mismo, etc. Pero todo esto traducido a “términos académicos”.


Atreviéndonos más bien a afirmar que independientemente de la época en que se viva esto va a ser una constante, y que siempre se confunden los inentendimientos generacionales con supuestas categorías de intraducibilidad y de invalidez adultocéntrica, alegando que se ha perdido algo. Cuando mas bien se retraducen esos vínculos a otros que simplemente no queremos entender o por la incapacidad de actualizarnos ya no entendemos. El individuo en la red opera metamorfoseándose todo el tiempo, convirtiéndose en su alter ego, en su avatar con identidades múltiples.


La importancia de generar estudios visuales (Internet, videojuegos, videoclips, mangas, dibujos animados, el youtube, el facebook, comics, etc, etc.) intentando entender lo que viene ocurriendo y captando las sensibilidades de las nuevas generaciones hace que como pensadores de lo comunicacional debamos reactualizarnos permanentemente y que tengamos que intentar entender lo que viene, no precisamente esquematizarlos en lo que creemos que es lo que existe.


Estas prácticas operan de manera glocal, es decir, globalmente pero permanentemente se retraducen a las localidades desde donde son recibidas y emitidas. El estudio del impacto de las nuevas tecnologías se vuelve una necesidad tanto teórica como práctica, pero sobre todo habría que ir hacia una implementación real en las carreras, dotando de equipos, incorporando y actualizándose los docentes en estos temas.


VI.

Con lo expuesto en III, IV y V podríamos decir que hace falta investigación y mucha, pero centrándonos más en el proceso que en el producto, prestando atención a lo dicho en I y en II, es decir en la ética y en las formas de abordaje del proceso investigativo. Hace falta salir a la calle/meternos a la web y observar lo que ocurre a nuestro alrededor, dotarnos de herramientas críticas y sacar el sentido común de en medio, en nuestras formas de aprehensión del conocimiento.


Sumando a lo anterior y vinculándonos con el resto de tendencias al interior de las ciencias sociales, en las áreas de estudios específicos-localizados, sin desprendernos de lo que nos compete: la comunicación. Observar como se vienen produciendo desde diferentes soportes narrativos (prensa, radio, televisión, etc.) distintos discursos naturalizadores de prácticas de dominación que aparecen como normales y que representan aquello en lo que estamos inmersos cotidianamente.


Propiciar observatorios de medios como parte de la malla, donde se puedan articular los estudios de género, raza, discriminación étnica, opción sexual, etc. se vuelven urgentes para complementar aquello que queremos entender como prácticas comunicativas.


VII.

Y por último, la necesidad de generar encuentros interfacultades, desde, con y para los estudiantes, donde los escritos aquí generados sean una especie de fogueo, intentando además propiciar desde sus aptitudes y limitaciones: pensamiento. Si ya a los profesores los escuchamos todo el año, ir además a oírles en espacios extra, como este; es un acto de masoquismo mutuo. Lanzarse a perder, equivocarse, es parte de la construcción del conocimiento, que además estemos profes tutelándolos, vigilando que lo hagan, es prolongar el adultocentrismo de manera agónica e interminable.

Quito, junio 2010.