jueves, 11 de diciembre de 2008

SOBRE LA PERTINENCIA O NO DE LOS ESTUDIOS CULTURALES.

UNA INTRODUCCIÓN A LOS JUEGOS ELECTRÓNICOS DE BARRIO. (ochentas-noventas)

Este es aún un esbozo, un trabajo introductorio al cual le falta un levantamiento empírico para poder establecer comparaciones y hacer análisis cuantitativos.[1] Ahora lo relativamente novedoso pero a la vez su límite es el punto de vista del observador pues se lo haría desde adentro, es decir, desde alguien que ha vivido el proceso y la transformación de los juegos electrónicos prácticamente desde su aparición.

¿Por qué se podría decir que son ventajas?, porque el conocimiento del medio (argot, iconografía) permite acoplarse sin causar mayor reacción entre quienes frecuentan estos sitios, se tendría entonces una ventaja psico-socio-lingüística-etnográfica lo cual facilita ser algo así como “espía de si mismo”.

Los límites entonces vendrían dados por un exceso de cercanía entre analizante/analizado, pues la interpenetración con el medio dificulta establecer distancias analíticas que nos lleven a conclusiones objetivas, o para decirlo en clave hegeliana puede que nos quedemos mirando el árbol y no podamos divisar el bosque, o sea que las conclusiones obtenidas tengan una fuerte carga subjetiva no exenta de prejuicios y de un abuso valorativo de lo estudiado, el cual posiblemente esté cargado de lugares comunes, evidentes, inmediatos e intuitivos.

Ahora bien, lo dicho anteriormente nos remonta a un largo debate epistémico que es uno de los pilares en donde se sustenta el pensamiento occidental, la relación sujeto-objeto y la “necesaria” separación hombre-naturaleza, axioma en el que se basa el acceso al conocimiento (Durkheim, Weber, Bourdieu, etc) para su transformación de saberes en ciencias; lo cual nos remite a un supuesto pensar (o pensares) a-ideologizado(s), abstraído(s)de contextos sociales en permanente oposición, con el que se puede leer la realidad. Entonces viene la pregunta ¿es posible esta distancia objetiva? o es una visión moderna-racional que esconde detrás del dato frío y cuantitativo una larga historia de dominación (una forma de ellas) no exenta de prejuicios y de apreciaciones subjetivas.

Lo que se pretende decir con esto es que talvez no exista la “neutralidad valorativa” (Weber) largamente orquestada por la modernidad oficial en un sentido puro y que solamente sea posible acercarnos a ella mediante un ejercicio ético constante al cual Bachelard le llama “vigilancia epistémica” y que consiste en la autodepuración permanente de quien investiga en un contexto social por demás móvil y corredizo.

A esto además habría que añadirle el hecho de vivir en las fronteras de occidente, donde la producción de saber es considerado valido o no en la medida que te alejes o te acerques del patrón de conocimiento establecido por la modernidad (Mato 2002:26), en muchos casos exótico o de segunda, sin una posibilidad real de incidir en el pensamiento occidental. Habría que sumarle la legitimidad (o no) que le otorgan las sociedades al hecho de tener estudios universitarios, y como se reproducen en estas las distintas y diversas formas de la colonialidad del poder (Quijano).

Esto es a lo que Mignolo le llama sistema-mundo moderno/colonial, sistema en el cual estamos inevitablemente inmersos en unas relaciones de explotación económicas, luego transformadas en relaciones de dependencia, retroalimentadas a su vez simbólicamente por sistemas de representación cultural los cuales encierran formas de exclusión y discriminación (raciales, de género, educativas, económicas, políticas, religiosas, etc.) Él plantea el pensamiento fronterizo desde la perspectiva de la subalternidad como una posibilidad descolonizadora y emancipatoria, deconstruyendo continuamente esa relación epistémica colonial en la cual estamos inmersos.

Aquí se abriría un debate puesto que Mignolo afirma que no existe modernidad sin colonialidad, si bien es cierto el ideal moderno se impuso, este fue un proyecto de modernidad, por tanto cabría afirmar que no habría una sola modernidad si no varias y la que prevalece hoy en día es la que encierra una condición hegemónica dominante, por tanto cabría pensar en modernidades otras, (Echeverría, Vich) que retomen posiciones horizontales de justicia, distribución, igualdad, etc. Esto solo para polemizar puesto que de hecho es posible que el proyecto moderno haya llegado a su fin, y que sea necesario pensar en otro tipo de prácticas emancipatorias que planteen un cambio radical en las estructuras de pensamiento, las cuales a su vez se reflejen en una transformación de las estructuras de poder a todo nivel.

En esto los estudios culturales han venido teniendo un papel preponderante en la medida en que no han sido absorbidos totalmente por los aparatos de legitimación de saberes (universidades, institutos, centros investigativos, estudios de área) o en la medida de que no hayan sido banalizados por estos mismos, esto es relativizando su politicidad subyacente. Por otra parte se ha venido poniendo de relieve diferentes formas de conocimiento largamente invisibilizadas, (Said, Guha, Estermann) incluso reinventándolas como lo híbrido, (García-Canclini), lo barroco (Echeverría), lo mestizo (Argüedas), lo cholo (Mariaca), lo criollo (Glissant), lo antropofágico (de Andrade).

El debate largamente atizado acerca del ¿para que? de los estudios culturales tiene un telón de fondo que es el de preguntarse acerca de ¿para quienes? o si es que no tiene como objetivo simplemente tomar polaroids de lo “real-maravilloso”, es decir, fotografiando lo “exótico” de lo oprobioso que resulta vivir en realidades con desigualdades tan profundas como las nuestras, en las que el mero hecho de sobrevivir hace que se procreen prácticas culturales aparentemente inverosímiles desde realidades modernas coloniales.

O por el contrario existe un sentido ético/político/crítico que cuestiona profundamente estas mismas desigualdades y para entenderlas de una mejor manera se vuelve necesario indisciplinar las ciencias sociales, volverlas transdisciplinarias, transhistóricas debido a lo complejo de lo real, debido a la simultaneidad de espacios y posibilidades intelectivas existentes (interlinguales); para así esbozar propuestas emancipatorias interrelacionadas o como diría Marcos “un mundo donde quepan muchos mundos”. En la cual los estudios culturales plantean propuestas necesarias para entender la(s) realidad(es) micro y macro social(es) que permitan “hablar con” la mayor cantidad de interlocutores posibles.

El problema radica, creo, no tanto en que si se llaman estudios culturales o no, si no en la politicidad explícita que subyace en este tipo de estudios, en las herramientas éticas-epistémicas utilizadas, en el para quien y desde donde se hacen, en la probabilidad de socializar o no el conocimiento, en su criticidad al conjunto del sistema, en su capacidad de dar cuenta de los problemas estructurales; por tanto su mera nominalidad no conlleva en si un problema, lo es sí la eticidad y politicidad con que son llevados. Tenemos además que el lugar de enunciación adquiere un relieve preponderante como posibilidad más no como efectivización, pues es muy distinto el “hablar por” que el “hablar con” o el “hablar para”, por tanto esta herramienta epistémica se constituye al mismo tiempo como herramienta ética de construcción (o no) de proyectos políticos y de conocimiento.

Otro problema que lo dejo planteado más como interrogante que como crítica, y que la hacen los pensadores considerados modernos es el boom de estos estudios a raíz del agotamiento del proyecto moderno, del socialismo como posibilidad y de la puesta en boga del pensamiento posmoderno.

La caída del telos moderno como algo universal, dejó destapados muchos sifones, que permitieron ver que debajo de la autopista de la modernidad se escondían muchas cloacas (no en sentido negativo) por donde se escapaban olores nauseabundos y seres deformes que ponían en tela de duda la universalidad de lo moderno y que por el contrario contradecían el desarrollo como hecho global; pero en el repliegue se iluminó tanto a estos seres deformes que se volvió a perder de vista el todo, el cual no desapareció sino que se inmaterializó, se volvió etéreo, planteando sujetos fragmentados imposibilitados de verse en el espejo de lo social ya que se encuentra roto, incapaces de comprender el todo.

Por tanto la crítica que se les puede hacer a ciertos estudios culturales, es esa imposibilidad intencional de relacionarse con el todo, cuando los sistemas de dominación y exclusión no lo hacen; o por otro lado la posibilidad de mostrar el todo pero simplemente como mercancías de un gran supermercado global (Lipovetski) donde se pone en vitrina “al otro”, como especie en peligro de extinción, satisfecho además por una hiper-demanda y por un hiper-consumo, ocultando las profundas desigualdades en la cual se encuentran inmersos “estos otros” y esa inconmensurable latencia de disconformidades producto del sistema económico imperante.

La particularización al infinito del conocimiento y de la diferencia, como arma del pensar, puede que encierre una trampa, que consiste en fragmentar las posibilidades emancipatorias y convertirlas en micro-luchas aisladas del contexto global, imposibilitadas de articularse entre ellas, es necesario creo un mínimo de pautas comunes (así suene a moderno)que permitan la interrelación entre los sujetos y los pueblos, a todo nivel (sur-sur, sur-norte) para poder establecer proyectos si bien no comunes, que permitan entrar en diálogo y en constante relación. Si las resistencias son muchas pero fragmentadas no podrán hacer frente a un poder que es hegemónico e interrelacionado.

Luego de estas disgresiones y volviendo al tema de los juegos electrónicos, no planteo que estos espacios sean contra-hegemónicos, al contrario estimo que en estos sitios se ponen de manifiesto las relaciones de poder en sus situaciones más cotidianas, pero que sirven para interpelar la realidad y tratar de entender la configuración de las relaciones sociales, para develar de alguna forma esa modernidad otra que se revela intermitentemente. Los juegos electrónicos han estado presentes de manera constante en las ciudades latinoamericanas desde hace más de veinte años y por lo tanto estamos hablando de dos generaciones influenciadas directamente por esta práctica lúdica. Esta es la razón principal por la que estimo reviste algún tipo de importancia el investigar al espacio social que se configura alrededor de los juegos electrónicos.

Este primer acercamiento pone de manifiesto que estos análisis son necesarios en la medida que:
1) Tenga en cuenta la interrelación de estos espacios con el contexto social, no entenderlos como situaciones aisladas.
2) Si bien existe una politicidad implícita por parte del investigador, se plantea una necesidad de explicitarlo desde una posición ética-crítica.
3) que sea transdisciplinaria.
4) posibilite a su vez comprender las distintas formas de discriminación, exclusión y explotación que se fraguan/reproducen en espacios micro-sociales cotidianos.5) ubicar ciertos elementos que visibilicen esa modernidad otra, (si es que la hay) puesto que aparece solo intermitentemente en los espacios intersticiales cotidianos.
[1].- Edades de mayor afluencia entre quienes consumen, niveles de gasto, ubicación socio-económica de los padres, frecuencia de actualización de los juegos, establecer si quienes acuden a estos juegos también los poseen en sus casas, tiempo de dedicación a las máquinas, diferenciación entre video-adictos y visitadores esporádicos, grados de incidencia en su escolaridad, ubicar si los que frecuentan un sitio también van a otros o establecer los porque de los cambios de sitio, determinar si es que hay algún tipo de relación entre ser migrante o hijo de migrantes para acudir a los juegos o si simplemente es un fenómeno juvenil, ¿es simplemente un fenómeno juvenil o a estas alturas ya se transforma en una cuestión que abarca dos generaciones? ¿exclusión o quemimportismo de genero? etc. esto solo por citar algunas de las posibilidades de medición cuantitativas.

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